La Comunitat Valenciana, al igual que el resto de España, se encuentra a mitad del camino en la hoja de ruta de su transición energética, un tránsito que exige la adaptación de las redes eléctricas fundamentales para conectar en equilibrio generación y consumo. Es necesario implementar nuevas soluciones que permitan maximizar el uso de recursos propios y renovables, canalizando una creciente generación limpia, pero discontinua y no gestionable, de la forma más eficiente. Es fundamental incrementar las medidas de impulso hacia la electrificación del consumo final, especialmente en aquellos usos en los que tienen mayor peso los hidrocarburos, como pueden ser el transporte y la movilidad, los usos térmicos en edificios y ciertos procesos industriales. Estos desafíos nos llevan a la conclusión de que estamos ante un cambio de paradigma energético con grandes transformaciones disruptivas. Nos enfrentamos al mayor reto que ha vivido el sector, con muchas cuestiones por resolver en muy poco tiempo, y que, a la vez, ofrece grandes oportunidades que no podemos permitirnos dejar pasar si estamos bien preparados. Estas oportunidades hacen aún más esencial el servicio que prestan a la sociedad las empresas instaladoras.
En pleno tercer trimestre de 2024, a modo de breve “scanner” del contexto energético, cabe añadir a los desafíos anteriormente comentados lo que plantea el nuevo modelo energético que pretende Europa. En su desarrollo en España, y en concreto en la Comunitat Valenciana, veremos en los próximos meses y años, con especial relevancia, el avance en la gestión de los recursos energéticos distribuidos, con la penetración del almacenamiento, la digitalización de las redes y los modelos energéticos colaborativos, como las comunidades energéticas. Entre otros, destaca el papel del autoconsumo compartido, con un amplísimo margen de mejora, ya que en la actualidad representa tan solo el 1% del total de instalaciones de autoconsumo solar fotovoltaico en funcionamiento.
Cada vez hay más empresas que, tras varias generaciones, siguen bajo la designación de empresas instaladoras, pero cuya actividad ha ido evolucionando hacia otras muchas funciones, como la ingeniería, la integración y los servicios energéticos avanzados. El término “empresa instaladora” es demasiado amplio; es ya un genérico ante un mercado cada vez más diversificado, complejo y volátil, que tiende a la hiperespecialización.
Algo que no cambiará es que las instalaciones son la columna vertebral en la hoja de ruta hacia un nuevo modelo energético más sostenible. En su evolución, coexistirán las actividades tradicionales con los nuevos perfiles y cualificaciones profesionales, que serán determinantes en un futuro inmediato. El trabajo desarrollado por las empresas instaladoras determina que, tanto si se trata de una tarea tradicional y cotidiana, como puede ser la instalación eléctrica en la reforma de una vivienda, o por el contrario, de una instalación de alta complejidad técnica, como puede ser el control y automatización de un proceso de Industria 4.0, la labor del instalador/a es esencial.
El despliegue de las renovables e invertir en redes de distribución y en la digitalización de la energía para avanzar en la transición hacia una economía verde no está únicamente sujeto a cuestiones administrativas, financieras y de viabilidad técnica y económica; requiere de una fuerza laboral muy numerosa y altamente especializada. En el caso de un aspecto crucial como es la electrificación, se requiere un plan integral que conecte la generación renovable con su demanda correspondiente y eduque a la sociedad civil sobre los aspectos fundamentales de nuestra transición energética. Todo ello supone una palanca para aumentar la reputación de los profesionales del sector y animar a las nuevas generaciones a formarse en sus diversas disciplinas vinculadas a la electrificación, sabiendo que con ello van a ser esenciales.
Haciendo una revisión retrospectiva de la transición energética en los últimos 20 años, la reducción de emisiones de gases de efecto invernadero (GEI) se ha logrado principalmente mediante la mejora de la eficiencia energética y la descarbonización en la producción de electricidad a través de las renovables. De ahí la oportunidad y la importancia de aprovechar la disponibilidad de electricidad “limpia” para cubrir la totalidad de la demanda energética y descarbonizar la economía. Las próximas etapas clave hacia el balance de cero neto deben centrarse en reducir las emisiones en los sectores del transporte y la movilidad, la industria y la edificación. Los principales vectores que nos conducen al Cero Neto son:
Lo comentado hasta ahora no significa que todas las empresas instaladoras deban redirigirse a trabajar en todos o algunos de estos vectores. Nuestro sector está muy atomizado, y la base de la “pirámide” está compuesta por muchas micro-pymes y autónomos con limitaciones estructurales, operativas y financieras, lo que les dificulta desarrollar determinadas actividades en estos campos tan incipientes. Todos ellos seguirán siendo esenciales, evolucionando en aquellas actividades que llevan años realizando. Un claro ejemplo, entre otros, se encuentra en la rehabilitación energética de las viviendas.
En los próximos años, todos los cambios que conllevará la transposición de la nueva Directiva de Eficiencia Energética en Edificios 2024/1275 EPBD (Energy Performance of Buildings Directive) e incluso el nuevo documento básico “DB” de Sostenibilidad del CTE tendrán una gran repercusión en la rehabilitación de los edificios.
En España, más del 50% de las viviendas supera los 40 años y el 80% tiene una calificación energética E o inferior, lo que requiere una adaptación a las nuevas exigencias de eficiencia. Pero eso no es todo: el parque construido también presenta defectos en sus sistemas eléctricos, que no cumplen con los nuevos retos de electrificación. Además, tiene deficiencias en sostenibilidad y acústica, limitaciones tipológicas no adaptadas a las nuevas necesidades poblacionales, y existe una alta presencia de materiales tóxicos. La rehabilitación es necesaria, pero ya no solamente a nivel energético, sino desde un punto de vista global, implicando también la mejora del bienestar y la salud de las personas y, por encima de todo, su seguridad.
A pesar de su reducido tamaño, muchas empresas instaladoras están planteándose o están a punto de iniciar un salto estratégico, mientras que otras ya se encuentran en pleno proceso de cambio, orientándose hacia actividades más incipientes. Este es todo un reto que requiere tener muy en cuenta la alta volatilidad tecnológica y la turbulencia de un mercado muy dinámico, lo que obliga a realizar un seguimiento continuo del momento actual y de las perspectivas de futuro. En definitiva, es necesario contar con un conocimiento profundo del entorno que facilite la toma de decisiones, minimizando riesgos. A continuación, cito las previsiones que, en mi opinión, tienen mayor probabilidad de cumplirse, así como las barreras y dificultades asociadas, y su mayor impacto como oportunidad de mercado.
Fuente gráfico: Prysmian & Schneider Electric: El Edificio en el Nuevo Paradigma Energético
Conclusión final:
En un contexto de constantes cambios tecnológicos, es fundamental estar atentos a posibles giros del sector y de los mercados energéticos. El sector eléctrico evoluciona con algunas tendencias muy marcadas. Su complejidad implica una serie de factores que generan incertidumbre, por lo que es conveniente seguir de cerca cada cambio regulatorio, tecnológico o social para aplicar las medidas adecuadas en el momento oportuno.
JUANJO CATALÁN GIMÉNEZ
Coolhunter energético · Asesor estratégico de ASELEC